martes, 15 de junio de 2010

Perdón por decepcionarte vida... pero no me las puedo contigo!!

martes, 26 de enero de 2010

Ojos carbón

Nuevo... Como cada vez que se ponía el sol al final del mar, donde parecía alcanzable, pero como todo lo que imaginaba y deseaba, no lo era.

Un día en que no apareció el sol, donde sólo se veían nubes al final de la isla, se vio pasar un joven de gorro chilote en pleno verano. Usaba pantalones escandalosos, y pasados de moda. Ese día me senté en el muelle; pensé que iba a llover y no encuentro mejor lugar para mojarme la cara y el pelo, mientras pienso.
Estuve media tarde sentada ahí y el joven se acercó. De espalda a él, sin notar su presencia, se acerca suavemente a mi oreja, y me dice algo al oído que no alcanzo a comprender, sólo sentí su voz como un leve suspiro. Me di la vuelta y lo vi. Esos ojos color carbón que jamás vi antes, su pelo ondeado y largo, llevaba dreadlocks. Amé de inmediato su sonrisa, esa "margarita" que se hacía en su mejilla izquierda, que a penas se pronunciaba debajo de sus barbas, que tan bien le asentaban. Me dijo que había llegado hace poco al pueblo, y que andaba de paso. Era artesano, y fotógrafo, se veía algo así como "medio hippie". La verdad es que no me explicó qué hacía en el pueblo, y en realidad no me importó. Me preguntó si conocía un hostal, o algo parecido, y barato, pues no contaba con mucho dinero para quedarse, y claro... cómo no iba a conocer una, si he vivido en este lugar por 23 años.

Se mostraba muy amable y sonriente, me preguntó cómo llegar, y si tenía algo que hacer, a lo que respondí "no", y entonces me invitó a un café. Se veía un poco mayor, pero no fue impedimento para que el tipo hiciera esfuerzos por hacerme sentir atraída. Por su acento, era evidente que venía de afuera, de otro país. Me preguntó cómo me llamaba y me insistió en que le acompañara. En mi vida había dicho a un desconocido información certera, pero la verdad es que no pude contenerme cuando vi sus ojos, y su sonrisa, me dio confianza.
Así que fuimos a un restaurante, y no sé en qué minuto, la invitación a un café se transformó en cervezas. Bebimos y no me pareció hombre más interesante hasta entonces cómo él; era Uruguayo, y viajó sin nada de dinero por mucho tiempo hasta llegar aquí. Seguimos bebiendo, y me abstraje en un mundo paralelo, en donde no había más ser humano que los dos, y sus historias. Era fascinante.
Pero en algún punto, donde el alcohol de la cerveza ya había hecho efecto, en algún punto que no sé cuál fue, logré aterrizar al mismo tiempo y espacio compartido por el resto de la humanidad, y recordé que ya era tarde. Le dije que debía irme, me despedí y salí por la puerta casi corriendo, sin siquiera esperar a que él también lo hiciera. Y caminé. Y un par de cuadras avanzadas, escucho que me grita; sigo caminando sin voltear, mientras él corre para alcanzarme, y camina a mi lado. Extrañado me pide mi teléfono o algún lugar donde poder volver a encontrarnos. Pero no respondí, no hablé, sólo caminé. Y entonces caminó conmigo en silencio. Llegué al muelle, otra vez. Y me senté en un bote que estaba a la orilla. Por supuesto, se sentó junto a mi. Era día de luna llena, y eso jamás me lo perdería. Nos hicimos hacia atrás, y vimos el cielo, la luna. Seguimos hablando, y hablando, y hablando... hasta que se hizo muy noche, y se quedó dormido. Desaparecí.

No volví a verlo durante tres días. Y como si el destino hubiera querido reencontrarnos, exactamente eso pasó.

Caminaba por una cueva cerca de la costanera, un lugar maravilloso, donde se pueden escuchar sonidos inimaginables... es como si el mar te hablara seductoramente al oído.
Y helo ahí, se encontraba fotografeando el lugar. Me acerco junto a él. Y camino con él. Tomo su mano derecha y lo llevo a un lugar aún más hermoso. Una cueva un poco más pequeña, muy oscura, muy profunda, donde sientes que estás caminando bajo el mar, donde sientes cada ola que pega en las paredes de piedra, donde puedes imaginar uno y mil animales acuáticos. Y aunque nada se veía, le insto a cerrar sus ojos, y abrir sus oídos, y cada uno de sus sentidos. Paso mi mano sobre su cara, sobre sus mejillas, sobre sus ojos, sobre sus labios, centímetro a centímetro sobre su piel. Me dice todo lo que ve, y ve cosas maravillosas, ve burbujas, ve mil colores...
Tomo su mano y la pozo sobre mi pecho, justo al centro. Y mi corazón corre, y corre, como si quisiera llegar a la luna, como si el tiempo fuera corto, y lo último que haré está a punto de ser sorteado, y no quiero, no esperaré a que alguien me diga qué hacer, no, quiero alcanzarlo.
Le hablo al oído, y tiene la misma sensación de haber fumado marihuana. Siente que va a otro mundo, siente que no necesita ver nada. Paradójicamente, siente que el espacio es tan lúgubre, que puede ver todo el universo. Y entonces comienza un juego de batida.

Y al fin, por primera vez alcancé, alcancé a conocer lo que siempre quise, alcancé a tocar el sol con el dedo, alcancé a conocer el universo entero. Desaparezco, y conmigo me llevo su fotografía, su retrato ojos color carbón, que guardé en mi vientre...

sábado, 18 de julio de 2009

No diré más, no pienso, no pienso, no quiero pensar.

La última parte se rompió. Lo que se sucede es que cuando no existe conexión, no existe nada. No basta con la química, aunque esta puede romper, explotar, crear, unir, hacer y rehacer, no sirve sola. No sirve de nada. Hay otra cosa, se llama.. en realidad no sé cómo se llama. Llevo años averiguándolo. Sí, le he puesto de variadas maneras, pero siempre ocurre un suceso inesperado que me lleva a entenderlo de manera distinta y a cambiarle el nombre.
Esta bien, decidí que esperar no es buena "iniciativa". Moverme nunca la ha sido. Y entonces, se supone que me quede pensando eternamente? No, eso es lo peor para un ser como yo. No se puede. No funciona. Que no ves que a medida que más lo haces, menos te entiende el resto. Te alejas de la realidad, vives abstraído y lo complicas todo aún más. Es como si en el fondo esto fuera tu punto de desconexión. Es como si... no sé, todo lo que piensas lo digas al revés, porque el infinito tiempo que ocupas pensando, lo pierdes al no tratar de recordar las palabras, recordar cómo se habla, cómo se expresa, cómo se dice esto o aquello. No hilas, sólo hablas y la gente te escucha y no te entiende. Se burla. Te ve extraño. Pero existirá más de alguna persona con compación, cariño, no sé, cómo le llame cada uno a su cada uno y a lo que piensa/siente ese cada uno.

A ver, algo recordaré de aquella vieja y manchada historia. De tiempos antaños, cuando el sí era la más fiel expresión del no. Sí, era desdeñable para uno, el otro lo vivía a concho. Pero sólo una parte sufría. A la otra sólo le gustaba mirar. Lo encontraba más placentero.
Caminaron, mucho. A cada cual le gustaba hacerlo a su ritmo. Eran similares, pero siempre habría una particularidad en el ritmo, en la forma, en el pie, en el cómo, en el cuándo y en el qué, que los distanciaría. Pero claro, si siempre fue así. No era nuevo. ¿Por qué no asumirlo?. Desde luego, es una forma más sana de entenderlo.
Esta bien, no le demos más rodeos.
Caminaron por esa larga avenida, estaba frío ese día. Recuerdo que usaba una bufanda de esas de colores que tanto me gustaban. Esas zapatillas que no hacen más que darte estilo, porque es bastante poco su beneficio. A pesar de todo el colorido que pude traer puesto ese día, era lo que menos había. Creo que en el fondo todo en la vida se intuye. Al menos una persona como yo lo hace. Nada acompañaba los sucesos del día. Estaba lluvioso, con un poco de sol, que revelaba a ratos, dependiendo mi posición, un bello arcoiris, que lo único que hacía era recordarme la mierda que no veo.
Está bien. Te dejo, creo que desde aquí debes comenzar a caminar solo. No creo que sea un buen plan seguirte. Tampoco creo que seguirme luego de dar la vuelta sea tu mejor idea. Mejor dejemos las cosas claras. Desde esta línea en adelante es tu espacio. Puedes hacer y deshacer, nada que me implique. Haré lo mismo por mi parte. Claro, creo que después de todo, yo tendré que tener más cuidado sobre ti, tengo mayor dominio. Tú y tu vulnerabilidad creciente, me mantendrán al margen, pero no sé cuánto, hay cosas que siempre terminan saliéndose de mi control. Soy un ser complicado.
Adiós.
Adiós.
Dejemos de pensar.
Hagámoslo.
Mantenme lejos.
Dale.
No me mires.
Bueno.
No me hables.
Como quieras.
Ya basta.
Nunca más.
Nunca más.

sábado, 2 de mayo de 2009

(Segunda Parte)

Se conocieron hace 15 años, en la universidad, eran compañeros, nunca tuvieron mayor acercamiento el primer año, hasta que comenzaron a frecuentarse. Ambos vivían en las casas que les asignaba la universidad, y vivían muy cerca. Comenzaron a irse juntos, y a entablar conversación, hasta que de pronto todos sus gustos, más dos habitaciones cercanas los unieron; comenzaron una amistad, y al poco tiempo, se enamoraron, de hecho, lo estuvieron siempre.

Pasaban gran parte del día juntos, increíble el tiempo que se dedicaban, pero lo excitante aquí, es que en sus vidas (en su vida, pues desde que estaban juntos se habían convertido en uno) nada era rutina. Todos los días había algo nuevo. Cosas nuevas, alegrías nuevas, todo nuevo. Eran dos personas muy arriesgadas, amaban la emoción, y el cambio, aunque siempre juntos.

Un año después de salir de la universidad, comenzaron a verse menos, se extrañaban, pero no tenían el tiempo suficiente para dedicarse el uno al otro. Se distanciaron, ella comenzó a tener nuevos amigos, colegas de trabajo, cosas por el estilo, él se fue fuera de la ciudad los cinco primeros meses, luego volvió, pero para cuando lo hizo, era todo tan distinto.

 Se amaban, pero habían terminado por acostumbrarse a no tenerse al lado. Ella comienza a verse con un compañero de trabajo, mucho mayor que ella, quizás unos doce años, y comienza a sentirse atraída por él, por su irrefutable belleza e inteligencia, él era atractivo a cualquier ojo, incluso masculino, tenía una profundidad en su mirada que no pasaba desapercibida. Estuvieron juntos a espaldas de su novio unos seis meses, hasta que él conoce a una chica. Bastián decide terminar con ella, pues ya se había enterado del engaño, y, aunque él estaba conociendo a esta nueva chica, jamás la había engañado, no pretendía hacerlo. Ella hace pataletas, se enoja, se arrepiente, le ruega que no terminen así, que todo acabará, que sólo lo hizo porque se sentía sola, pero para él ya era demasiado tarde.

Él regresa a vivir con su nueva novia a la ciudad, mientras que ella se casa con su novio quien le daba seguridad, y todo lo que deseara en este mundo, menos la emoción que le entregaba su antiguo novio.

Cinco años después de lo acontecido, se reencuentran casualmente en un “cinearte”, a la entrada. Claro, ambos, cuando estaban juntos solían ir a esos lugares. Entonces se sientan juntos y conversan mientras esperan que comience la película. No pudo pasar inadvertido para ninguna de las dos partes la emoción que sintieron en aquel instante, pues con la voz nerviosa y la respiración agitada característica de las situaciones insesperadas, aunque deseadas durante años, se trataron como si fuera la segunda vez que se veían en la vida; casi como dos desconocidos que hacen una cita para conocerse mejor. Se pusieron algo al tanto de sus vidas, mientras comenzaba la película. Él no paraba de mirarla descaradamente, en cambio ella, de reojo vigilaba su mirada y disimulaba no notarlo, mientras humedecía y mordía sus labios de deseos de besarlo. A los veinte minutos de transcurrida la película, ya no eran necesarias las palabras, pues sabían del otro todo lo que necesitaban y que no era muy distinto a cuando estaban juntos, y entonces él posa su mano sobre la cabellera de ella, en tanto ella gira su cabeza hacia él, y se besan fuertemente. Lo hacen durante los siguientes diez minutos, y salen de la sala. Bastián la invita a beber un café, sin embargo, ella lo lleva a un bar cercano. Beben, se ríen de manera explosiva, y continúan así un par de horas. Sofía lo lleva descaradamente a su departamento luego de muchas copas bebidas. Así, comienzan un romance reprobable por ambos, y a la vez inevitable. 

viernes, 1 de mayo de 2009

Elige un dedo... (Primera Parte )


-         Elige un dedo – dijo Sofía

-         Ese – dijo Bastián, indicando el meñique

  Sofía enredó su meñique con el de Bastián y caminaron juntos por la gran avenida, sin decir una sola palabra. Habrán sido unos treinta minutos y no sentían deseos más que de tocarse, sentirse junto al otro, rozarse y olerse.

Por fin se detuvieron, y Bastián ofrece a la muchacha un helado, y ella acepta. Compran y continúan el camino, sin hablar, las palabras no hacían falta, habrían sobrado tanto como las personas que pasaban junto a la pareja.

Entonces Bastián cambia el rumbo guiándola, y ella sin preguntar nada le sigue. Llegan a un parque y se sientan. Ella posa su cabeza en las piernas de él, mientras come su helado. Bastián, en un gesto de acercamiento, limpia con su boca la comisura de los labios de ella manchados con helado de chocolate, y ella le responde con un beso, mientras los helados no dudan en derretirse en sus manos. Aquel se transforma en un beso jugoso y eterno, el que no recordaban haber tenido hace  mucho. Era la imagen perfecta junto al extraño árbol tétrico y vetusto, en una tarde de verano, imperdible para una fotografía de aquellas que la inspiraban.

-         No te muevas – dijo Sofía

-         ¿Qué? – dijo Bastián

-         Sólo eso, por favor, no te muevas – dijo ella. Se para sobreexcitada, abre su irisado bolso, y saca su cámara. Corre el rollo, y busca el punto perfecto de luz, en donde se apreciara la belleza compartida de aquel árbol, sin perder la dulzura de los labios carnosos de su acompañante, y mucho menos la luminosidad de sus ojos miel.

-         ¿Debería hacer algo? – dijo él

-         Ni lo sueñes, darling, esta vez todo lo haré yo – 

-         ¿Podría negarme, acaso? – 

-         Bastián, sólo cállate y no te muevas –  Saca muchas fotografías de la escena.

-         Ahora contigo – dijo él. Coloca la cámara sobre el bolso para darle algo de altura, busca la posición exacta imaginada, y programa la cámara. Se besan. Se besan. Se acarician. Se besan. Se abrazan. Se besan. Se tocan. Se besan. Se miran, fijo, se gustan, se encantan, se desean, y se vuelven a besar.

-        Eres bella, seguro ya te lo habían dicho. Claro, tu esposo debe repetírtelo muy seguido, ¿no? – dijo él

-         Siempre, no hay tipo más adulador que él – dijo ella

-         ¿Y luego de decírtelo que hace, lo mismo que yo? – 

-         Basta, no quiero hablar de eso, no es el momento –

-         Nunca lo es, siempre desvías el tema. ¡Por favor, enfréntalo! – 

-         Se terminó. Ya es tarde, debo irme – 

-         ¡No, espera!, no quiero que te vayas – le dice él al oído

-         No me provoques, las cosas quedaron claras desde el principio, no te hagas la víctima – 

-         Es cierto, pero dijiste que se acabaría tan pronto como el desapareciera de nuestras vidas, y se ha tardado demasiado; el tiempo avanza lento, mi paciencia se acaba, y tú… tú no pareces muy decidida a querer que llegue ese día – 

-         ¡Ah, lo lamento mucho, no es mi culpa, también tengo límites, y no es mi culpa la demora! – 

-         No se cuánto tiempo más podré aguantar. Sólo espero que los días sean cada vez más largos contigo y cortos sin ti- 

-         ¿Quieres que me quede esta noche? – 

-         ¿Es una pregunta o una amenaza? – dijo él con una mirada apasionada y voraz, y responde con un beso en su mejilla. Ella lo besa en la boca, se abrazan y se revuelcan en el pasto.

-         Es una amenaza que puede costarte caro de aceptar – 

-         Entonces, créeme que prefiero correr el riesgo – dijo él con su mirada cabizbaja

Guardan las cosas en su bolso, se detienen a mirar el atardecer, hacía mucho que no disfrutaban una mañana/tarde entera juntos, hacía mucho que no podían hacer nada juntos más que planes a distancia y, frecuentemente frente a un computador. Comienza a anochecer, y Sofía llama a su novio, le dice que se quedará a beber donde unas amigas conocidas. Daba igual, ese hombre tenía una confianza imperecedera en ella. Se encuentran abrazados esperando que el tiempo no avance, mientras que comienza a helar y no hay más alternativa que calentarse en aquel parque, o encontrar un lugar bajo un techo abrigador. Se van.

Llegan al departamento del muchacho, y ella prepara algo de cenar, mientras él se encierra en la pieza. La cena está lista y comen. Se sientan junto al sillón, y comienzan a escuchar música.

 

-         Esto me trae tantos recuerdos- dijo ella

-         Supongo que tantos como a mi – dijo él

-         Recuerdas aquel día de la fiesta en el parque, tocaban esa canción de Led Zeppelin que te gustaba tanto – 

-         Claro, “in my time of dying”, ¡deberíamos oírla!, no hay nada mejor que evocar los viejos tiempos – 

-         “¿Todo tiempo pasado fue mejor?” – 

-         A veces creo que sí, aunque jamás repetiría esa época en que… -  inmediatamente ella posa su índice en la boca de él.

Él coloca ese disco de antaño, y la besa acalorada y desesperadamente. En tanto la levanta del sillón, y la guía de espaldas a ratos chocando con las paredes, hacia su dormitorio. Hacen el amor como si pensaran unánimes que será la última vez, o quizás la primera, después de todo. Repartidas las fotos que condenaban su pasado por todo el cuarto, se revuelcan sobre ellas, y las recuerdan con nostalgia y ansia. No saben que decirse, prefieren guardarse las palabras para cuando no queden más que ellas.

De fondo musical  suena “Explode” de Tha Cardigans, qué melodía más reparadora.  Él empieza a exasperarse mientras se hunde en sus pensamientos, en sus deseos inexorables de no estar atado a ella por siempre, lo cual se transforma de a poco en su condena, no imagina un minuto de su vida, ningún otro aliento, no hay más motivación para él que ella, y no puede evitar tener pensamientos coléricos de la situación actual, y de la falta de decisión de ella, respecto a su esposo. 

miércoles, 1 de abril de 2009

La Mariposa que quiere ser oruguita again x)

Me puse a pensar (un wow para mi) en una frase que nació en mi cabecilla, y es que "¿qué mariposa querría volver a ser oruga?". 
Bueno, tengo dos alternativas para ello. Una es que, no bien avanzada la edad, recién podríamos llegar a convertirnos en mariposa, por tanto, gran parte de nuestras vidas las experimentamos como orugas para, luego de haber aprendido y cometido todos los errores permitidos, despertamos como bellas mariposas que podemos procrearnos para mostrarles un lindo amanecer a nuevas oruguitas (esto, visto desde la visión tradicional y, quizás egoísta, de la cual a veces creo que la gente trae al mundo "por el bien" de otro ser, cuando en realidad, es como nuestra necesidad de querer experimentar, probar, y vernos replicados en un otro, al que podremos moldear a nuestro antojo); así, ¿quién querría volver a ser oruga?... 
O bien, nos convertimos en mariposas luego de ser orugas, pero cuando nos vamos poniendo viejos, la vida va peridendo sentido, no tenemos lo que deseamos, y cometemos tantos errores como nos es posible, sin más, nos vamos reconvirtiendo en orugas, "involucionamos". Es ahí cuando queremos volver a ser orugas, volver a comenzar, a hacer todo de nuevo, a no cometer los errores. 
Si de mi dependiera, me habría quedado en mi burbujita, era cómoda la verdad x), pero de comodidades no se vive, se vive de riesgos, y creo que aunque lo intento, no suelo correrlos. Así que, comenzaré a ponerle emoushon a mi vida, y me iré en busca de ellos (H).

jueves, 8 de enero de 2009

Qué importa el título, mato el ocio y alimento la imaginación

Nos alejamos un poco, creo que bastante. La casa se ve a varios metros de distancia, pero sólo puedo distinguir el techo rojo. Caminar por el prado es definitivamente lo mejor que tiene el campo, en especial con el viento chocando en nuestras caras, y levantando su falda desconsiderada e irrespetuosamente.

En mitad del campo había un árbol, uno solo, era alto y daba una gran sombra. Esto suena románticamente estúpido, pero no puedo dejar de admitir que es lo mejor que he hecho el último tiempo. Caminar por el trigo tomado de su mano, sintiendo el latido de su corazón, es increíble, porque me indica qué hacer y hasta dónde puedo llegar.


Su corazón se acelera, la percibo algo excitada, creo que yo me siento igual. Me detengo y me paro delante de ella. Me ve fijo a los ojos de manera que me estremece, pero a la vez me perturba un poco, creo que comprende perfectamente mis intenciones, y hasta me da su aprobación. Entonces, la beso en la frente y me habla al oído. El aire tibio que expele de su boca me provoca, me incita, y me da un extraño cosquilleo visceral.

-   Estoy de acuerdo. Cualquier cosa contigo está bien, me agrada esta sensación- dijo   ella.

Me asusta el saber que soy un adolescente inexperto, y aún más que ella lo note. Supongo que soy un poco machista como para dejarle la situación a cargo, aunque sé que tampoco tiene mucha experiencia, es audaz, sabe qué hacer.

 -   Me gustas, me encanta tu boca. Me gusta tu pelo. Amo tus orejas- dijo él.

 -   Quiero morderte- dijo ella.

 Entonces ella me besa, y le respondo. Rozamos nuestras narices, y ella siente extremadamente rápida mi respiración, aunque trato, no lo puedo controlar y se acelera más y más. No nos detenemos, nada nos detiene. Ni los pájaros que revolotean por alrededor, ni el viento que hiela y avisa lluvia, quizás tormenta, ¡qué importa!. Me tiende suave entre el trigo, y la acaricio, toco su cabello.  

Ella muerde mi labio inferior, y poso mi mano sobre su pecho izquierdo, con cierto recelo, y miedo, mientras en una mala maniobra paso mi brazo derecho por alrededor de su cintura. Creo que ambos estamos en sintonía. Ella se ríe. No nos detenemos, no podríamos encontrarnos en una situación más emocionante, sin embargo mi posición es insostenible. Poso todo el peso de mi cuerpo sobre el de ella al caerme torpemente, y reímos. Ella toma la iniciativa esta vez. Me empuja bruscamente, abro los ojos de tal manera que hasta ella se sorprende de su agresividad, y se monta sobre mi, quedando cara a cara. Ambos aumentamos la tensión del momento, que me seduce cada minuto.

 Nos atraemos de manera indescriptible, nos conocimos un otoño hace 15 años, cuando coincidimos al visitar a una tía, éramos niños, y nunca nos volvimos a ver, hasta ahora.

 -         ¿Crees que sea malo?, somos primos al fin y al cabo- dijo ella

 La beso en la boca. Ella no hace más que olerme, nadie lo había hecho antes, es extraño, porque parece distinguir cada zona de mi cuerpo, mi olor le provoca sensaciones muy estimulantes. Luego muerde mis labios, mi lengua, mi oreja. Se hace tarde y nuestra ausencia de la casa inminente. No me importa, no voy a dejarla ir.

 -    Quiero no olvidar jamás esta noche durante toda mi vida. ¿Qué tal si te vas conmigo?- dijo él

-    ¿Al sur? ¿Estás loco?, tú y yo no tenemos nada, es decir, lamento decirlo y quizás arruinar este idílico momento, pero qué haré yo allá!- dijo ella

-    Vivirías conmigo, quiero hacer esto todos los días de mi vida, sólo contigo- dijo él

-    ¿Qué tal si te aburres de mi, si se vuelve todo rutinario, y decides dejarme?- dijo ella

-    Jamás, nunca podría abandonar esos labios húmedos y sedientos, esas piernas contorneadas y fogosas, y menos tus ojos, que me dicen más de lo que creo saber, y quiero oír- dijo él.

-    Si vas a hacer algo, hazlo ya- dijo ella

Sin más preámbulos abro su blusa desesperadamente, tiro botones, subo su falda, aunque resulta un estorbo esa maniobra, y la saco. Me quita la polera, me desafía con sus delicadas manos y actúa como jamás pensé que lo haría. Creo que nunca sabes que esperar de nadie, en el fondo, jamás sabrás que hará el otro, o qué haría en tu lugar, pero como sea, me agradó como pensaba la muchacha. Caminamos algunos metros desnudos en el campo. Me lleva a un arroyo, está muy helado, y comienza a chispear, pero qué importaba, si ninguna lluvia podía mojarme ni un milímetro más.