sábado, 2 de mayo de 2009

(Segunda Parte)

Se conocieron hace 15 años, en la universidad, eran compañeros, nunca tuvieron mayor acercamiento el primer año, hasta que comenzaron a frecuentarse. Ambos vivían en las casas que les asignaba la universidad, y vivían muy cerca. Comenzaron a irse juntos, y a entablar conversación, hasta que de pronto todos sus gustos, más dos habitaciones cercanas los unieron; comenzaron una amistad, y al poco tiempo, se enamoraron, de hecho, lo estuvieron siempre.

Pasaban gran parte del día juntos, increíble el tiempo que se dedicaban, pero lo excitante aquí, es que en sus vidas (en su vida, pues desde que estaban juntos se habían convertido en uno) nada era rutina. Todos los días había algo nuevo. Cosas nuevas, alegrías nuevas, todo nuevo. Eran dos personas muy arriesgadas, amaban la emoción, y el cambio, aunque siempre juntos.

Un año después de salir de la universidad, comenzaron a verse menos, se extrañaban, pero no tenían el tiempo suficiente para dedicarse el uno al otro. Se distanciaron, ella comenzó a tener nuevos amigos, colegas de trabajo, cosas por el estilo, él se fue fuera de la ciudad los cinco primeros meses, luego volvió, pero para cuando lo hizo, era todo tan distinto.

 Se amaban, pero habían terminado por acostumbrarse a no tenerse al lado. Ella comienza a verse con un compañero de trabajo, mucho mayor que ella, quizás unos doce años, y comienza a sentirse atraída por él, por su irrefutable belleza e inteligencia, él era atractivo a cualquier ojo, incluso masculino, tenía una profundidad en su mirada que no pasaba desapercibida. Estuvieron juntos a espaldas de su novio unos seis meses, hasta que él conoce a una chica. Bastián decide terminar con ella, pues ya se había enterado del engaño, y, aunque él estaba conociendo a esta nueva chica, jamás la había engañado, no pretendía hacerlo. Ella hace pataletas, se enoja, se arrepiente, le ruega que no terminen así, que todo acabará, que sólo lo hizo porque se sentía sola, pero para él ya era demasiado tarde.

Él regresa a vivir con su nueva novia a la ciudad, mientras que ella se casa con su novio quien le daba seguridad, y todo lo que deseara en este mundo, menos la emoción que le entregaba su antiguo novio.

Cinco años después de lo acontecido, se reencuentran casualmente en un “cinearte”, a la entrada. Claro, ambos, cuando estaban juntos solían ir a esos lugares. Entonces se sientan juntos y conversan mientras esperan que comience la película. No pudo pasar inadvertido para ninguna de las dos partes la emoción que sintieron en aquel instante, pues con la voz nerviosa y la respiración agitada característica de las situaciones insesperadas, aunque deseadas durante años, se trataron como si fuera la segunda vez que se veían en la vida; casi como dos desconocidos que hacen una cita para conocerse mejor. Se pusieron algo al tanto de sus vidas, mientras comenzaba la película. Él no paraba de mirarla descaradamente, en cambio ella, de reojo vigilaba su mirada y disimulaba no notarlo, mientras humedecía y mordía sus labios de deseos de besarlo. A los veinte minutos de transcurrida la película, ya no eran necesarias las palabras, pues sabían del otro todo lo que necesitaban y que no era muy distinto a cuando estaban juntos, y entonces él posa su mano sobre la cabellera de ella, en tanto ella gira su cabeza hacia él, y se besan fuertemente. Lo hacen durante los siguientes diez minutos, y salen de la sala. Bastián la invita a beber un café, sin embargo, ella lo lleva a un bar cercano. Beben, se ríen de manera explosiva, y continúan así un par de horas. Sofía lo lleva descaradamente a su departamento luego de muchas copas bebidas. Así, comienzan un romance reprobable por ambos, y a la vez inevitable. 

viernes, 1 de mayo de 2009

Elige un dedo... (Primera Parte )


-         Elige un dedo – dijo Sofía

-         Ese – dijo Bastián, indicando el meñique

  Sofía enredó su meñique con el de Bastián y caminaron juntos por la gran avenida, sin decir una sola palabra. Habrán sido unos treinta minutos y no sentían deseos más que de tocarse, sentirse junto al otro, rozarse y olerse.

Por fin se detuvieron, y Bastián ofrece a la muchacha un helado, y ella acepta. Compran y continúan el camino, sin hablar, las palabras no hacían falta, habrían sobrado tanto como las personas que pasaban junto a la pareja.

Entonces Bastián cambia el rumbo guiándola, y ella sin preguntar nada le sigue. Llegan a un parque y se sientan. Ella posa su cabeza en las piernas de él, mientras come su helado. Bastián, en un gesto de acercamiento, limpia con su boca la comisura de los labios de ella manchados con helado de chocolate, y ella le responde con un beso, mientras los helados no dudan en derretirse en sus manos. Aquel se transforma en un beso jugoso y eterno, el que no recordaban haber tenido hace  mucho. Era la imagen perfecta junto al extraño árbol tétrico y vetusto, en una tarde de verano, imperdible para una fotografía de aquellas que la inspiraban.

-         No te muevas – dijo Sofía

-         ¿Qué? – dijo Bastián

-         Sólo eso, por favor, no te muevas – dijo ella. Se para sobreexcitada, abre su irisado bolso, y saca su cámara. Corre el rollo, y busca el punto perfecto de luz, en donde se apreciara la belleza compartida de aquel árbol, sin perder la dulzura de los labios carnosos de su acompañante, y mucho menos la luminosidad de sus ojos miel.

-         ¿Debería hacer algo? – dijo él

-         Ni lo sueñes, darling, esta vez todo lo haré yo – 

-         ¿Podría negarme, acaso? – 

-         Bastián, sólo cállate y no te muevas –  Saca muchas fotografías de la escena.

-         Ahora contigo – dijo él. Coloca la cámara sobre el bolso para darle algo de altura, busca la posición exacta imaginada, y programa la cámara. Se besan. Se besan. Se acarician. Se besan. Se abrazan. Se besan. Se tocan. Se besan. Se miran, fijo, se gustan, se encantan, se desean, y se vuelven a besar.

-        Eres bella, seguro ya te lo habían dicho. Claro, tu esposo debe repetírtelo muy seguido, ¿no? – dijo él

-         Siempre, no hay tipo más adulador que él – dijo ella

-         ¿Y luego de decírtelo que hace, lo mismo que yo? – 

-         Basta, no quiero hablar de eso, no es el momento –

-         Nunca lo es, siempre desvías el tema. ¡Por favor, enfréntalo! – 

-         Se terminó. Ya es tarde, debo irme – 

-         ¡No, espera!, no quiero que te vayas – le dice él al oído

-         No me provoques, las cosas quedaron claras desde el principio, no te hagas la víctima – 

-         Es cierto, pero dijiste que se acabaría tan pronto como el desapareciera de nuestras vidas, y se ha tardado demasiado; el tiempo avanza lento, mi paciencia se acaba, y tú… tú no pareces muy decidida a querer que llegue ese día – 

-         ¡Ah, lo lamento mucho, no es mi culpa, también tengo límites, y no es mi culpa la demora! – 

-         No se cuánto tiempo más podré aguantar. Sólo espero que los días sean cada vez más largos contigo y cortos sin ti- 

-         ¿Quieres que me quede esta noche? – 

-         ¿Es una pregunta o una amenaza? – dijo él con una mirada apasionada y voraz, y responde con un beso en su mejilla. Ella lo besa en la boca, se abrazan y se revuelcan en el pasto.

-         Es una amenaza que puede costarte caro de aceptar – 

-         Entonces, créeme que prefiero correr el riesgo – dijo él con su mirada cabizbaja

Guardan las cosas en su bolso, se detienen a mirar el atardecer, hacía mucho que no disfrutaban una mañana/tarde entera juntos, hacía mucho que no podían hacer nada juntos más que planes a distancia y, frecuentemente frente a un computador. Comienza a anochecer, y Sofía llama a su novio, le dice que se quedará a beber donde unas amigas conocidas. Daba igual, ese hombre tenía una confianza imperecedera en ella. Se encuentran abrazados esperando que el tiempo no avance, mientras que comienza a helar y no hay más alternativa que calentarse en aquel parque, o encontrar un lugar bajo un techo abrigador. Se van.

Llegan al departamento del muchacho, y ella prepara algo de cenar, mientras él se encierra en la pieza. La cena está lista y comen. Se sientan junto al sillón, y comienzan a escuchar música.

 

-         Esto me trae tantos recuerdos- dijo ella

-         Supongo que tantos como a mi – dijo él

-         Recuerdas aquel día de la fiesta en el parque, tocaban esa canción de Led Zeppelin que te gustaba tanto – 

-         Claro, “in my time of dying”, ¡deberíamos oírla!, no hay nada mejor que evocar los viejos tiempos – 

-         “¿Todo tiempo pasado fue mejor?” – 

-         A veces creo que sí, aunque jamás repetiría esa época en que… -  inmediatamente ella posa su índice en la boca de él.

Él coloca ese disco de antaño, y la besa acalorada y desesperadamente. En tanto la levanta del sillón, y la guía de espaldas a ratos chocando con las paredes, hacia su dormitorio. Hacen el amor como si pensaran unánimes que será la última vez, o quizás la primera, después de todo. Repartidas las fotos que condenaban su pasado por todo el cuarto, se revuelcan sobre ellas, y las recuerdan con nostalgia y ansia. No saben que decirse, prefieren guardarse las palabras para cuando no queden más que ellas.

De fondo musical  suena “Explode” de Tha Cardigans, qué melodía más reparadora.  Él empieza a exasperarse mientras se hunde en sus pensamientos, en sus deseos inexorables de no estar atado a ella por siempre, lo cual se transforma de a poco en su condena, no imagina un minuto de su vida, ningún otro aliento, no hay más motivación para él que ella, y no puede evitar tener pensamientos coléricos de la situación actual, y de la falta de decisión de ella, respecto a su esposo.